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La crianza humanizada, una estrategia para lograr ninõs felices para toda la vida







No hay tarea más compleja que la de ser padres (simples mamá y papá),  nos lleva a exigirnos al máximo  en la educación de nuestros hijos, queremos que sea la persona perfecta para el futuro. Esa exigencia  de perfección nos está llevando a robarles en el día a día, la alegría  e inocencia a nuestros niños, al basarnos en patrones  que ha impuesto la sociedad actual de tipo competitivo e individualista.
Hoy en día sometemos a nuestros hijos a una sobreexigencia tanto en el hogar como en la escuela (poco creativa en la tecnología que ellos manejan a la perfección desde el mismo nacimiento), esperando que los niños sean un modelo de virtudes y los sometemos a una sobreestimulación desde que están en el vientre materno y más tarde los llevamos a un jardín, el cual escogemos  porque es el que tiene mejores rendimientos académicos y más materias. El niño debe dominar un deporte, hablar una segunda lengua, montar bici, patines, nadar en todos los estilos, bailar a la perfección, ser un duro en todas las materias del curso, participar en todas las actividades del colegio, sin importar, ni preguntarles sus gustos y quereres, logrando de esa forma, que cada vez sean menos  los momentos en que se les permite vivir su niñez.
Vale la pena entonces preguntarnos si todo eso es lo mas importante y valioso para el viaje de vida que empiezan los niños. Al final ser padres no se trata de crear un proyecto, sino de formar una   persona con valores, con la sabiduría para saber decidir lo que es bueno o no para su propia vida, que sean capaces de enfrentar y asumir retos, de consolidar relaciones afectivas con sus amigos y más tarde con sus parejas,  de saber descubrir y potenciar su espiritualidad por encima de lo material y económico, de descubrir los secretos del mundo en armonía y por si solos y a través de su inocencia y capacidad de amar sin límites.
Volvamos entonces a usar primero mucho, pero mucho AMOR, el sentido común, el respeto,  los límites, el afecto y las normas razonables según la edad,  ya que no hay formulas mágicas para educar a los hijos, y aceptar que los hijos no son ¨un trozo de barro a los que debemos moldear¨, sino unas personas a la que debemos guiar y acompañar, para que logren por si solos vivir su propia vida, en la cual el amor sea siempre el motor que los mueva hacia cualquier meta.

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